La pauta referenciadora de tan intempestivo bautismo, sería la del nombre del navegante y cartógrafo italiano Americo Vespuccio, de cuestionada presencia en las rutas americanas y que fue el primero que reflejó en los nuevos mapas, el majestuoso entorno de los inmensos y feraces territorios anclados de ricas y dispares culturas, en las que se injertó, el soplo vivificante, revitalizador y fecundo del pujante movimiento renacentista europeo, que junto con el inexorable trauma de la conquista, trajeron también y principalmente, los conquistadores, en las henchidas velas de sus naves
Surge así la nueva dimensión del vínculo iberoamericano. Iberos fueron llamados los primeros pueblos (turdetanos, ilergetas, adetanos, vaceos, vascones, arevacos, carpetanos, vetonces, vardules, caristios y un largo etcétera) que se asentaron en la Península a la que darían el nombre, ubicada ésta, al sur de los Pirineos como puente hacia África y que con el devenir de los siglos, tras fusiones, invasiones y conquistas, aquellas comunidades se habrían de integrar en dos reinos, los de España y Portugal, unidos siempre en una permanente hermandad histórica, pese a transitorias diferencias coyunturales y que llegaron hasta a constituir un solo Estado durante sesenta años (de 1581 a1640 integrados ambos, en la Corona de España, durante los reinados de Felipe II, Felipe III y Felipe IV).
Iberoamérica pues. Unión de las culturas y pueblos íberos con los pueblos del Nuevo Continente, en donde el mestizaje, única experiencia y realidad histórica entre países y pueblos conquistadores y las razas de los países y pueblos conquistados, sería una de las características dominantes de la empresa iberoamericana y que daría así origen a una compleja y rica mezcla racial, generadora de un nuevo pueblo, con distintivos identificadores comunes: los iberoamericanos.
¿Pero cuándo se genera el dislate semántico de Latinoamérica?
De nuevo la tardía injerencia de terceros, que aprovechando la tradicional pasividad ya dicha de los reinos ibéricos, catalogaron con denominaciones oportunistas el nuevo entorno sociológico a nivel mundial. Actores llegados al escenario de la historia, cuando el telón de la función ya estaba echado y que obtuvieron, no obstante, de la obra ya representada, una interesada parcela de notoriedad, con infundados y supuestos derechos, basado su éxito, solamente, en una sibilina tarea de conveniente y codicioso oportunismo.
Fue un francés, Michel Chevalier, agente y consejero de Napoleón III, quien acuña el término de "Latinoamérica" en 1860, tratando de justificar con ello, la intervención francesa en México, con la imposición política por verticalidad operativa, del Emperador Maximiliano, pretendiendo implantar una monarquía de corte europeo, tan injustificada como indebida, trasplante exógeno a la doble realidad de raíces aztecas e hispanas, del gran país ibérico norteamericano, y que habría de tener fin, por ilógica e imposible, ante la tajante, patriótica y firme decisión de todo un pueblo, acaudillado por Benito Juárez, mito legendario de clarividente indigenismo.
Pero el insólito término, sería remachado dos años más tarde, cuando un diplomático nacido en el Río de la Plata, llamado Calvo, reiteró el vocablo, lanzando en el ambiente intelectual parisino de 1862, el primer volumen de su obra Traté Diplomatique sur la Amerique Latine. La indiferente postura ibérica, ante el interesado y osado intrusismo semántico, permitió el éxito del desafuero y las calamidades políticas padecidas por los dos países colonizadores, durante los siglos XIX y XX, dio oportunidad, a que varios pueblos europeos, sobre todo franceses e italianos, así como otros latinos difundieran con gran entusiasmo protagónico el infundado término.
¿Y por qué latino?
Porque latino viene de Lacio, enclave de la gran llanura de la Italia central, poblada en su día por los latinos,una etnia de la rama indo-europea, que dio poderoso impulso político a la zona, hasta que en el siglo VI a. de C., pasaron a depender de los etruscos, para a su vez, un siglo más tarde, ser absorbidos por el avasallador poder de Roma, en la dinámica y vital expansión histórica, que habría que fraguar en su día el poderoso imperio. ¿Pero qué legiones romanas fueron a América? ¿Qué supuestos latinos formaron parte de la arriesgada empresa, cuando el mismo Almirante de la expedición, visionario guíade las tres naves pilotadas y servidas por marinos onubenses, no era genovéscomo enfáticamente se viene predicando, y sí judío y español, como demuestra, entre otros, Salvador de Madarriaga, en un alardede profunda y sólida erudición, y posiblemente nacido aquél en Pontevedra?
Cosmética de interesada política, para maquillar, desfigurándolo y aun ocultándolo, el verdadero rostro de la historia y pese a que serán hispanos los forjadores del ius gentium o derecho internacional, concebido e impulsado por los teólogos dominicos Francisco de Vitoria (1486 - 1546) y Domingo de Soto (1486 — 1546), nunca España generó políticos consonantes con la talla de su dimensión histórica excepto la señera figura de Fernando de Aragón el Católico o Fernando V Rey de España (1452 — 1516).
Pero los ibéricos no habrían de padecer sólo a lo largo y ancho de las rutas marinas por ellos, descubiertas, la voraz y salvaje tortura de una cruel y devastadora piratería, organizada, apoyada e impulsada por farisaicos países de una aparente honorabilidad pérfida e hipócrita, sino, que además, habrían de sufrir, por añadidura, el aún más dramático expolio por sentido y sensible para ellos, cual fue y es el ver desdibujado, cuando no opacado e ignorado, su papel protagónico — con aciertos y errores — en el descubrimiento, fraternal culturización, fusión racial y evolución histórica del Nuevo continente.
Valga cuanto antecede, como proemio introductorio, de la realidad de nuestra Asociación, pudiéndola valorar como única e ilusionada experiencia histórica, hasta el momento, de paniberismo.
¿Y en razón a qué tan aglutinante término?
En directa consonancia con el hecho de constituir nuestra Asociación un campo experimental de reunión, trabajos, proyectos y colaboración de todos los integrantes del bloque cultural ibérico, tanto Iberoamericano, como Iberoafricano, con posibilidad de ampliación en su día, a comunidades iberófonas ubicadas en otros continentes.